miércoles, 17 de junio de 2009

DETALLES DE MI VIDA.


Tomarè como punto referencial esa època en que aùn no sabia que todo era el resultado de la edad, de la razòn y del progreso, capaz de adoptar aquello que no exigiere imaginaciòn. Làstima que en nuestro pais con las maravillosas inflexiones del lenguaje, que expresa los mas sutiles matices del alma humana, con una increible sensibilidad ètica, con todos los elementos para ser un paraiso cultural y espiritual, un verdadero recipiente de civilizaciòn, se volviò al contrario un infierno gris, amarillento, con un dogma materialista gastado, y patèticas ansias de consumismo. Mi generaciòn de alguna manera se salvò, emergìamos de entre los desechos de la guerra, entramos a la escuela, pero el sufrimiento y la pobreza eran bien visibles a nuestro alrededor. Y es que la pobreza no se puede cubrir en la pàgina de un libro o con una sola manta; aquel pueblo en donde viviamos permanecìa vacio, como las òrbitas de un cràneo, a pesar de que era pequeña, percibia la tragedia. Despues volvia a reir estupidamente, pero ya no era lo mismo. A medida que pasaba el tiempo sentìa una extraña intensidad en el aire; era joven, era niña, pero con una madurez suficiente para salir adelante en medio de la tragedia.
En las mañanas salia al parque a montar mi bicicleta vieja, a jugar con la ùnica pelota que tenìa... luego descansaba bajo un gran àrbol que nos ofrecia sombra y un aroma a pasto hùmedo. Recorria la orilla de los rios, las calles llenas de papeles, latas y desechos; paseos que a mi edad eran maravillosos. Fuì creciendo con la lectura, me encantaba contar desde el principio hasta el fin el contenido de alguna novela, no me gustaba romper ese cìrculo, no querìa romperlo.
Creo que la existencia que ignora los ideales en literatura, es inferior e indigna de esfuerzo; asi lo creo y con razòn. Al llegar la educaciòn superior, mis Padres ya contaban con abundante dinero; pero en el fondo seguìa siendo la misma niña humilde de otros tiempos... terminaba haciendo trabajos que no exigieran tanto; como dibujar planos, encuadernar, limpiar ventanas, barrer los jardines de mis vecinos y recoger hojas de las calles; me admiraban por eso, hacia trabajos a mis compañeros y ganaba para mis gastos sin tener que pedirle nada a mis padres... aprendì que ser independiente era lo mejor.
Mis padres llegaron a ser propietarios de hatos ganaderos, fincas y grandes extensiones de tierras; en una de aquellas fincas permanecia la mayor parte de mi tiempo. Hermosos amaneceres rojizos me despertaban todos los dias, embrujaban a cualquiera. Me dediquè por completo a escribir sobre lo que hacia y veia; hasta que llegò la violencia.
Por un lado llegò la guerrilla, por otro lado los paramilitares y luego el ejèrcito que supuestamente nos protegerìa. Unos nos acusaban de ser lo que nò èramos, los otros asesinaban a mi familia sin motivo alguno. Fueron muchos los que recogimos para darles el ùltimo adiòs.
Hermanos, Tios, Primos... cayeron bajo las balas de aquellos que aùn siguen masacrando a mi paìs, a la gente buena en los campos, en las fincas y en las ciudades sin razòn alguna.
La fortuna fue decayendo, pero de alguna manera mi generaciòn se salvò; èramos otra generaciòn perdida pero con ganas de continuar, de salir adelante... junto con mis hermanos nos fuimos a la gran ciudad, huyendo como conejos asustados de aquella violencia, que azotaba como la arena en el desierto. Cada vez que puedo voy a las fincas de paseo, a ver lo poco que quedò.
Cuando escribo esto, cierro los ojos y pienso en todo lo que he tenido que vivir. Esto solo es un pequeño detalle de mi vida... si la llegase a escribir toda no me alcanzarian las palabras para terminar.
Ahora vivimos en diferentes ciudades de mi pais Colombia; la vida debe seguir. La esperanza de conseguir lo que queremos es la base del triunfo... lo conseguimos. Pero seguimos siendo prisioneros de una guerra en la que no estamos involucrados.
MARIA RITA DELGADO P.